Día 2: Larrasoaña – Salinas de Ibargoiti

Día 2: Larrasoaña – Salinas de Ibargoiti (~152 km y ~3.500 m+)

Sin tener nada planificado, vimos que empezar a ciclar a las 7:30 podía ser una muy buena opción. Así que a esa hora salimos rumbo a Roncesvalles. Como esto se trataba de pedalear, comer, beber y dormir, bar que veíamos, bar que entrábamos. Primera parada en Burguete (después de 35 km y 750 m+) a por un segundo desayuno antes entrar en la Selva de Irati. Y menos mal, ya que más tarde nos dimos cuenta que fue un total acierto. 

De Burguete a Villanueva de Aezkoa tuvimos un recorrido con muchas sorpresas, generalmente por la extrema dureza del recorrido. Por ejemplo, uno de los tramos más duros de la prueba fue una vez coronado en el puerto de Azpegui, portear la bici (recordamos que la bici lleva bolsas y el peso total estaba entre los 15 -17 kg) por un sendero cerrado por aliagas y en medio de la niebla, flipábamos y nos preguntábamos si hay un camino al lado, ¿Por qué vamos por el medio de la nada? ¡Qué necesidad! O bien, dentro la selva de Irati tuvimos que empujar campo a través para conseguir salir del pantano de Irabia, e así poder iniciar la subida a Tapla. 

Después de una merecida parada para descansar un poquito y contemplar el paisaje desde Tapla, iniciamos la “bajada” exigente por pista de piedras sueltas, donde el cuerpo termina machado y temblaban todos los empastes. La bici gravel no es el sofá con doble suspensión como la btt, todos los meneos son absorbidos directamente por nuestro cuerpo. 

En Villanueva coincidimos con varios ciclistas hambrientos, dispuestos a comer cualquier cosa comestible, es este caso fueron unos exquisitos bocadillos. Los inquilinos del bar nos decían que, porque no habíamos avisado antes, así hubieran estado mejor provisionados. Se ve que íbamos arrasando por allá donde pasábamos. Por cierto, los bocadillos eran tan grandes que decidimos guárdanos la mitad en el maillot….y bendita la suerte y que bien hicimos (ya lo veréis). 

Ahora nos esperaban unos kilómetros fáciles de carretera. Pasamos por varios pueblos muy pequeños, pero no conseguíamos encontrar alejamiento, ni dónde comer. Empezamos a intuir que tocaría dormir al raso. Así que seguimos pedaleando hasta que en Zuazo ya nos sentíamos bastante cansadas y decidimos hacer una paradita para comernos el medio bocadillo recalentado que llevamos en el maillot y refrescarnos en la fuente. La suerte nos sonrió, un amable señor nos abrió la sociedad del pueblo para ofrecernos unas frescas cervezas, aprovechando este momento para charlar con otros compañeros de ruta que estaban igual de desesperados buscando un bar. Todos y todas opinábamos igual, la preciosidad del recorrido y la extrema dureza de algunos tramos.

Continuamos unos kilómetros más hasta llegar a Salinas de Ibaigorti, y donde nos aconsejaron dormir en el pórtico de la iglesia. En el pueblo no había bares, ni tiendas, pero si había una máquina de vending que nos salvó la cena (palmera de chocolate) y el desayuno (un preparado café con leche).

 

Anécdota: una vez instaladas vieron los bomberos a sacar un nido de avispa asiática del pórtico de la iglesia y nos recomendaron buscar otro lugar. Incluso nos dijeron que cargaban las bicis al camión de bomberos y nos llevaban a donde quisiéramos. ¡¡Cuando les dijimos que no podíamos recibir ayuda, sus ojos eran ojipláticos!! Al final elegimos el Frontón Hotel Mil Estrellas que estaba al lado. A pesar ya de llevar dos etapas, nos sentimos bien, el cansancio normal por el esfuerzo físico, pero con muchos ánimos.